LA BELLE ÉPOQUE
Por: Pilar Bolivar, redactora revista INFASHION
La Bella época fue el escenario propicio para el nacimiento de la moda en Francia. Las mujeres, acostumbradas a lucir sus pomposos trajes con enormes crinolinas y rígidos corsés, abrieron sus mentes (y sus guardarropas) a otras creaciones más sutiles, sin dejar de resaltar su feminidad y elegancia. El costurero real fue reemplazado por una serie de modistos, diseñadores o estilistas.
UNA BELLE ÉPOQUE PARA LA MODA
Para algunos historiadores, desde el Renacimiento se empezó a hablar de moda; pero entonces, se trataba del traje como elemento aliado de la diferenciación social. Los jerarcas eran los únicos que podían acceder a las creaciones exclusivamente realizadas por los costureros reales. De ahí que haya que demarcar los límites entre la historia de la moda y la del vestido.
Luego, cabe decir que la moda nació a finales del siglo XIX y en los albores del XX. La bella época fue el escenario propicio para su desarrollo, cuando la actividad de la elaboración de los atuendos para las clases más poderosas se especializó y cuando dejó de verse al traje desde la óptica de la función desempeñada por quien lo porta; entonces, nacieron las palabras “modisto”, “diseñador” y “estilista”, para categorizar al costurero.
El pionero de este cambio fue Charles Frederick Worth, un inglés quien llegó a París hacia 1858 y, ese mismo año, fundó su casa de moda en la Rue de la Paix. Worth se convirtió en el primer diseñador de la historia, al empezar a reducir el volumen dado por la crinolina, al firmar sus creaciones y al presentar nuevas propuestas cada año, implantando de a pocos el modelo de las temporadas y de las colecciones específicas para las mismas.
Su relevo fue tomado por un burgués parisino: Jacques Doucet, quien transformó su tienda de calcetería, de encajes, lencería y camisería a la medida por una casa de moda a la que acudían las actrices más cotizadas como Sarah Bernhardt, Cécile Sorel y Réjane; en aquella época, el teatro hizo las veces de la pasarela, como escenario para dar a conocer las novedades de los estilistas.
Monsieur Jacques (como era conocido por sus exquisitas clientas) también le dio la oportunidad al que, por su propia cuenta, se hizo llamar el “tirano de la moda”. Paul Poiret, el hijo de unos comerciantes ingresó como dibujante a la casa del ex calcetero de lujo. A él no solo se atribuye la eliminación del corsé a cambio del corte imperio, sino también, la occidentalización de la estética oriental (estampados coloridos, siluetas bombachas, turbantes y pantalones harem tomados de la primera presentación de los Ballets Rusos en París, hacia 1909), el control ejercido sobre todas y cada una de las funciones que acarreaban una casa de moda, el asalto a los perfumistas franceses, al lanzar en 1911 su fragancia Rosine (nombre tomado de su hija mayor) y su combinación de moda y arte al revolucionar el universo de la estampación textil, tanto para vestuario como para decoración (en 1911 creó un taller en el cual él enseñaba artes decorativas), dando lugar a la percepción en conjunto de la arquitectura interior de un lugar, poniendo el mismo énfasis en los muebles y en los objetos.
A pesar de su genialidad, Poiret rozó la mendicidad y se declaró en quiebra luego de la primera guerra mundial, a la cual se enfiló y a su regreso, fue dejado a un lado por sus clientas, quienes no compartieron más su onirismo; ellas cambiaron, fueron más activas y abandonaron su visión de la moda como ornamento para vigorizar el ego masculino (los hombres aparentaban su poder adquisitivo al exhibir a su lado a una mujer ataviada).
Entonces, el turno fue para el español Mariano Fortuny y Madrazo, quien se instaló en Venecia en 1905 y con su esposa Henriette Negrin compartieron una pasión creativa que los impulsó a dedicarse a la pintura, la escultura y la fotografía, la decoración textil y el montaje de escenografías teatrales. Pero su fuerte fue el tratamiento textil; Fortuny patentó una técnica de plisado que no se veía desde la época del Imperio egipcio y una serie de baños para la seda en la que cortaba su mítico vestido Delphos, con ingredientes importados por él, desde Mexico (en el caso de la cochinilla), la región de Bretaña (paja bretona) y Oriente (índigo).
Ellos fueron los padres de la moda francesa; sin embargo, durante la Belle époque también se vio movimiento en la industria inglesa. Este será el tema de la próxima entrada.
1 comentario:
Me gustó. Espero la próxima. CXimena
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